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Consejo de Europa

Declaración con ocasión del 70º aniversario de la creación del Consejo de Europa

Sí, es esencial honrar los 70 años del Consejo de Europa, 70 años de promoción de la paz y la reconciliación después de las inimaginables guerras del siglo XX, destacando la defensa de los Derechos Humanos, la Democracia y el Estado de Derecho, cimientos de la Institución a la cual hoy siguen adheridos 47 países del continente.

Tras un recordatorio histórico de su nacimiento, de la vida del Consejo de Europa y de la Conferencia de ONGI, pondremos el foco en algunos proyectos importantes que reflejan la importancia y el interés que actualmente se le otorga al Consejo de Europa.

Finalmente, manifestaremos alguna toma de posición nuestra con la intención de dar al Consejo de Europa todo el vigor y relevancia que son su propia esencia.

El Consejo de Europa: un recordatorio histórico

En 2019 el Consejo de Europa celebra sus 70 años. Es difícil sumergirse en el ambiente revuelto existente en el momento de su creación. Solo pocos años después del final de la guerra, el nuevo orden mundial imaginado por los vencedores con la Carta de las Naciones Unidos había saltado en pedazos. La Europa dividida era escenario de un choque ideológico entre la concepción liberal y democrática de la sociedad y de la economía, y el ideal socialista resultante de la lucha de clases y la economía planificada. Al igual que la sociedad liberal se afirmaba sobre las ruinas de las dictaduras fascistas y nazis que habían dominado Europa occidental, el ideal comunista se imponía en la mitad oriental de Europa gracias a la fuerza de los ejércitos soviéticos.

La unidad de una Europa libre frente a la amenaza comunista

fue la respuesta de Occidente, llevada por varios movimientos y asociaciones en la misma línea de todos aquellos que, en los años de entreguerras, habían propuesto una Europa unida para enfrentar los peligros del nacionalismo, el rearme, y el revanchismo salido de la paz fallida de Versalles.

El Consejo de Europa fue el primer logro en aquel deseo de reunir a los Estados libres de Europa occidental, caracterizada por sus regímenes democráticos y pluralistas, sus principios del Estado de derecho y, especialmente, su compromiso con la defensa y promoción de los Derechos Humanos, tan cruelmente burlados en los años 30 y 40, mediante un instrumento excepcional, el Convenio Europeo de Derechos Humanos.

El mismo Consejo de Europa no estaba exento de contradicciones: la unión voluntaria de naciones libres, constituyó para algunos el punto de llegada, necesario pero suficiente, que preservaría la soberanía de los Estados miembros; para otros, por otro lado, fue solo el punto de partida para una empresa mucho más estructurante, la Unión Europea.


La razón de ser del Consejo de Europa, reafirmada.

En el lapso de un año (1949-1950) estalla esta contradicción y los más decididos, sin renunciar al Consejo de Europa, se lanzan a la aventura de la CECA, un "salto en el vacío" en palabras del propio Robert Schuman, que vio en ello las primicias de una verdadera federación de Estados europeos. El Consejo de Europa sobrevivió a esta "división", que no lo fue en rigor. Los miembros de la CECA y luego de las Comunidades Europeas, han terminado en la Unión Europea, permaneciendo siempre como miembros del Consejo, tras unirse a la Comunidad o de haberse unido primero al Consejo antes de llamar a la puerta de Bruselas. El hecho es que el Consejo ha sabido imponerse como una “base” de la construcción europea, la que garantiza aquellos valores sobre los cuales se edifican las sociedades justas y solidarias. Estos valores están consagrados en textos que complementan la Convención de Derechos Humanos de 1950 (sus numerosos Protocolos y otras Convenciones hermanas, como la Carta Social, la Carta Europea de Autonomía Local, los Convenios sobre Minorías, lenguas menores, la prevención de la tortura, los derechos de la infancia, etc.)

El Consejo también se ha mantenido fiel a su vocación de organización en gran medida "a la carta"; los Estados retienen la iniciativa de liderar la cooperación en las áreas que elijan, a través de instrumentos de su elección (convenciones, recomendaciones, posiciones comunes) al tiempo que constituyen, poco a poco, una patrimonio común de textos de referencia - la Convención de Derechos Humanos y sus Protocolos, la Carta Social Europea, los convenios para la protección de las minorías nacionales, las lenguas regionales, la prevención de la tortura, los derechos de la infancia, etc. - que los Estados deben ratificar para confirmar su pertenencia a esta "base" de valores.

Este conjunto de valores también se encuentra en los cimientos de la Unión Europea (Artículo 2 del Tratado de Lisboa) y que hace de Europa una construcción a dos niveles, donde los Estados que deseen el camino de la integración no niegan una Europa de la cooperación, que sigue construyéndose poco a poco en Estrasburgo.

En 70 años, estas dos Europas han progresado juntas, ciertamente a diferente ritmo y en dos niveles geográficos, pero con un único objetivo: el de una unión cada vez más estrecha entre sus naciones y un mismo patrimonio, el de los derechos humanos, que deben ser protegidos y desarrollados a lo largo y ancho de todo el continente europeo.

La Conferencia de las ONGIs

Dentro del Consejo de Europa, una particularidad ya se hacía notar en el año 1949: junto a un órgano representativo de la voluntad política de los Estados (el Consejo de Ministros), se creó un órgano representativo de los pueblos (la Asamblea Consultiva, convertida pronto en "parlamentaria") a fin de mostrar la coherencia de esta voluntad de cooperación: se hacía una Europa unida por las naciones que habían expresado su "voluntad manifiesta" (ver preámbulo) y también con las naciones. La primera piedra fue la asamblea, prevista en el estatuto, y la segunda, la conferencia de ONGI, iniciada en 1952, con estatus de observador y completada en 2003 con la adopción del estatus participativo por el Consejo de Ministros.

Aun teniendo el derecho de poner su piedra al edificio al convertirse en observador, incluso dentro del comité de expertos, la voz colectiva de las ONGI no fue llevada al Consejo de Europa. Pronto, sin embargo, las ONGI aprendieron a formar un "Comité de Enlace" y luego a trabajar en diez “agrupaciones temáticas".

Desde el principio, fueron esencialmente sesiones informativas sobre los trabajos en curso del Consejo de Europa. Pero, dentro de una "Agrupación temática", la diversidad de enfoques sobre cualquier tema hizo posible afinar los análisis e identificar propuestas comunes. Esta dimensión tomó cada vez más importancia gracias al estatus participativo.

Los miembros de las "Agrupaciones temáticas" han ido siendo asociados, cada vez más, al trabajo de los distintos órganos del Consejo, no tanto por la experiencia de la misma ONGI, sino como portadores de la reflexión del conjunto de ONGI de la agrupación.

Las "Agrupaciones temáticas" adoptaron también, con motivo de importantes eventos, ciertos documentos que transmitieron directamente a los órganos pertinentes del Consejo de Europa. Ello fue especialmente visible en la 3ª Cumbre del Consejo de Europa en Varsovia: Los 10 grupos temáticos presentaron al Consejo de Ministros diversos documentos con la reflexión o los interrogantes de la sociedad civil sobre los temas que le concernían.

Al igual que las agrupaciones, la Conferencia Plenaria de la ONGI pudo, en ocasiones importantes, hacer oir la voz del conjunto de la sociedad civil en el marco institucional europeo. Se pudo probar que, en el Consejo de Europa, la democracia representativa representada a diferentes niveles en la Asamblea Parlamentaria y en el Congreso, y la democracia participativa representada por la Conferencia, podían coexistir y colaborar en un proyecto conjunto.

El Comité de Enlace extrajo de inmediato las consecuencias de esta evolución organizando reuniones y seminarios varios para formular y conceptualizar claramente los progresos realizados y los objetivos a alcanzar.

Se han explorado dos vías: superar, por un lado, la desconfianza recíproca entre los políticos dirigentes elegidos y el mundo asociativo a través del diálogo y la colaboración y, por otro lado, hacer de las ONGI canales de difusión de la acción del Consejo de Europa, sus textos y políticas, a la vez que se transmite al Consejo de Europa las observaciones, experiencias y desarrollos de la Sociedad civil.

Hoy en día, la Conferencia de ONGI es el lugar donde se conforma el diálogo y la colaboración entre ellas, se elaboran las posiciones a menudo diversas de las ONGI que enriquecen el trabajo del Consejo, y se sientan las bases para un diálogo abierto entre la sociedad civil y los órganos del Consejo de Europa, del Consejo de Ministros en el Congreso, a través de la Asamblea Parlamentaria, el Comisario para los derechos humanos, etc.

Proyectos / logros emblemáticos

Europa, como todos sabemos, se enfrenta a enormes desafíos ecológicos, geopolíticos y económicos, éticos y otros. Ante la ansiedad que genera no dominar esa situación, muchos de nuestros ciudadanos parecen no vivir tanto en la globalización de la indiferencia denunciada ya por el Papa Francisco, cuanto en la globalización del rechazo y, en todo caso, en la ilusión de una retirada defensiva dentro de uno mismo. A ese sentimiento preocupado por un temido declive, es necesario oponer una conciencia de desafío y la esperanza de una convergencia de los sueños que el Consejo de Europa ofrece concretar en encuentros y acciones comunes para investigar, promover, apoyar y acompañar a nuestros ideales. El futuro ¿no estaría en proyectos comunes de libertad, justicia, búsqueda de la belleza, de la verdad y del bien en nuestros países y más allá de ellos?


Pero para que estos ideales no se queden en una mera utopía, el Consejo de Europa ofrece justamente el espacio para posibilitar su realización día a día. Siendo el Consejo de Europa menos dependiente del corto plazo que otras instituciones, puede permitirse la observación y el análisis de situaciones, la promoción de los derechos, la alerta y la denuncia de determinadas situaciones que son inaceptables.
Observamos con satisfacción el acervo conseguido por el Consejo de Europa en muchos campos, que son su orgullo y que merecen ser proseguidos, profundizados y ampliados:

Protección de la infancia: estrategia para los derechos infantiles (2016-2021); promoción de una justicia adaptada a los niños; Comité para la Prevención de la Tortura (CPT); convención de Lanzarote ...
• El movimiento contra el discurso del odio, especialmente en Internet, y más ampliamente el programa Jóvenes por la Democracia. El Consejo de Europa ha sido y sigue siendo un pionero en esta área, aunque no siempre esté presente en su toma de conciencia inicial, y que ha terminado incorporándose dentro del gran público. Recordemos también el Consejo Europeo de la Juventud y los centros europeos de la juventud.

- El "Proceso de Turín" por la Carta Social Europea y la erradicación de la pobreza extrema

.- El Convenio del Consejo de Europa para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres,incluida la violencia doméstica.

- El trabajo de fondo realizado durante décadas sobre el estatuto de las minorías ha evolucionado desde el año 2005 hacia la promoción del diálogo intercultural, especialmente desde la publicación del Libro blanco sobre el diálogo intercultural (mayo de 2008), incluida la dimensión religiosa. Ello condujo en especial al desarrollo de un Programa de Ciudades Interculturales que involucran hoy a más de un centenar de ciudades de toda Europa y de más allá.

- En el terreno de la educación, este trabajo ha continuado con el desarrollo de un modelo para la adquisición de Competencias para una cultura democrática que promueva el encuentro y el diálogo entre individuos y grupos de personas de diferente origen.

- Acogida y defensa de los derechos de los migrantes.

 

Estas son, sin carácter exhaustivo, aquellas áreas en las que la contribución de la sociedad civil a través de las ONGI, ha sido rica muy a menudo, tanto en las propuestas como en su realización.

Las asociaciones desempeñan un papel importante en la difusión de información, la sensibilización y la "apropiación" de estos derechos, principios y procedimientos por parte de quienes se supone que son sus beneficiarios o titulares.

Una crisis existencial que afecta a los fundamentos del Consejo de Europa.

No es pues un exiguo balance de logros y toma de conciencia lo que nos llega en vísperas del 70º aniversario de la creación del Consejo de Europa. Por el contrario, este balance es especialmente rico no solo en textos legales vinculantes sino también en tomas de postura que reflejan el surgimiento de una conciencia común de europeos y europeas sobre aquellos temas que estructuran y dan vida a nuestras sociedades. En este sentido, el ideal de una mayor unidad de pueblos europeos es el objetivo que los estados pretenden conseguir al unirse al Consejo de Europa y que está en vías de realización. ¡El Consejo de Europa no es inútil…!

Ahora bien, este objetivo se encuentra hoy en peligro, y parece faltar la voluntad de alcanzarlo, a menos que se tome verdadera conciencia de la gravedad de la crisis que está sacudiendo, o más bien paralizando, el Consejo de Europa actualmente.

Desde hace 70 años, la credibilidad del Consejo se halla en la capacidad para hacer cumplir por sus miembros aquellos principios que justifican su pertenencia a la Organización. El alejamiento de estos principios justifica la expulsión (o invitación a retirarse) de los estados fallidos. Estas situaciones extremas han existido en el pasado, y la salida de la organización de un Estado, o el apartamiento temporal de la organización de algún otro, han provocado o contribuido al restablecimiento de las libertades políticas y de las instituciones democráticas en esos Estados. Además, durante dos décadas, el Consejo jamás ha fallado en proporcionar a sus miembros "en transición democrática", su apoyo político y "técnico", aportando sus conocimientos técnicos para el desarrollo de constituciones, legislaciones e instituciones democráticas a todos los niveles de gobernanza.

Esta credibilidad es la que está en juego hoy en día ante los ataques que algunos Estados miembros han planteado a los principios de la democracia parlamentaria, a la separación de poderes, al respeto absoluto de los derechos humanos. La crisis que atraviesa hoy el Consejo de Europa, más allá de las catastróficas consecuencias que tendría la anunciada reducción de sus presupuestos y de los recursos humanos y técnicos, sería una crisis de los valores y de fidelidad al ideal que justifica la pertenencia de los Estados europeos a la Organización.

Nos estamos preguntando si hay una verdadera voluntad de los Estados en la búsqueda de soluciones -tanto políticas como institucionales y presupuestarias- para encontrar una salida a la crisis que opone un Estado miembro a los demás. No se trata tanto de una disputa legal sobre los respectivos poderes del Consejo de Ministros o de la Asamblea, sino de la voluntad de los Estados miembros en continuar su cooperación dentro de la Organización, reconociendo sus posibles deficiencias, pero al mismo tiempo asumiendo parte de la responsabilidad en la acción conjunta necesaria para superarlos.

El dilema entre hacer que prevalezcan los principios al precio de una división dolorosa o mostrarse
partidario de una "realpolitik", al precio de admitir pasivamente lo que es inaceptable, no nos parece un planteamiento correcto. El respeto de los derechos humanos en todo el continente es responsabilidad de todos los Estados miembros, no solo de aquél cuyo comportamiento está en cuestión. Los Estados que afirman la importancia primordial de la Organización para la defensa de los derechos y libertades fundamentales, hasta el punto de admitir la posible salida de Estados que “fallan", deberían reafirmar al mismo tiempo su apoyo a la integridad de la Organización, en lugar de admitir y resignarse a la disminución de recursos resultante de la reducción en el número de Estados miembros.

Esta reducción no sería ni técnica ni temporal, al contrario. Una vez amputada una parte significativa de sus recursos, de su personal y de sus programas, el Consejo de Europa nunca recuperaría, en caso de una solución positiva a la crisis, el tamaño y las ambiciones anteriores.  Por el contrario, la reducción de medios y personal llevaría inevitablemente a un rediseño de la Organización, de acuerdo a un plan cuyo perfil no se conoce.

Es alto el riesgo de que tras un período de ajuste de quizás dos o tres años, la Organización pierda su carácter de organización polivalente, presente en diversos campos de actividad - los del Estatuto- para centrarse, sin un debate verdaderamente democrático y sin intervención de la sociedad civil, sobre un número limitado de objetivos.

Interpelamos a los Estados

En un momento crucial en la historia de la Organización, interpelamos a los Estados miembros, que parecen más preocupados por resolver una cuestión de presupuestos, reduciendo los recursos que están dispuestos a comprometer para la misión del Consejo de Europa, en lugar de ir al corazón del problema, que es permanecer fieles al compromiso libremente asumido de lograr un objetivo que sigue siendo totalmente válido, setenta años después de su lanzamiento.

Si el Consejo de Europa hubiera llegado a un punto de no retorno, ¿sería consciente de esa fatiga institucional que le haría dudar de sí mismo, de su capacidad para seguir siendo el lugar donde las tradiciones se encuentran para forjar esa voluntad de avanzar? Los retos no faltan: la ecología, los derechos humanos, las libertades fundamentales zarandeadas por el surgimiento de nuevas tecnologías, los nuevos modos de comportamiento, los nuevos actores no estatales cuyo tamaño y peso económico y financiero es mayor que una unión de docenas de Estados miembros de las Naciones Unidas.

Para las organizaciones no gubernamentales que han podido llevar la voz de la sociedad civil en una organización interestatal sería una decepción y una pérdida inmensas. A dónde acudir para vivir los principios de una sociedad pluralista, la libertad de asociación y de expresión, la diversidad cultural dentro de un espacio mucho mayor que el de los 28, el de un continente donde la mitad de su población sería "privada", podemos decirlo, de los derechos más básicos.

Ante el silencio o la traición de los propios Estados miembros, ¿dónde estaría la responsabilidad colectiva de los otros Estados que no pierden la responsabilidad de hacer valer los derechos humanos donde –y cuando– faltan a su deber los estados más obligados?

Nuestras convicciones ante el aniversario de un Consejo de Europa demasiado debilitado

El Consejo de Europa se ha mostrado capaz, en sus 70 años de existencia, de promover la mayor unidad entre sus miembros, por aproximación de sus leyes (mediante sus instrumentos jurídicos), la armonización de las prácticas (la jurisprudencia del Tribunal de Justicia y las decisiones de los comités garantes haciendo respetar los compromisos) y el diálogo político: en el Consejo de Ministros, en la Asamblea, en los Congresos locales o regionales.

El Consejo de Europa ha desarrollado progresivamente una doctrina y una práctica de lo que debe ser un Estado y una sociedad democrática y pluralista en la Europa actual, facilitando la transición democrática de los antiguos Estados comunistas y consolidando sus instituciones y estructuras sociales dentro de una democracia pluralista.

Unos representantes de la sociedad civil en el Consejo de Europa, reunidos en la Conferencia de las ONGI, han contribuido a este proceso como foro para el debate y los intercambios y mediante herramientas y procedimientos destinados a garantizar el respeto de los derechos y libertades de los ciudadanos y sus movimientos dentro de los Estados miembros.

Los representantes de las ONGI y la Conferencia han contribuido también al desarrollo del derecho europeo y de las políticas promovidas por el Consejo, en constante diálogo con la Asamblea y con el Consejo de Ministros, así como participando en conferencias especializadas de ministros convocadas por el Consejo.

Las dificultades a las que se enfrenta actualmente el Consejo de Europa ante la crisis provocada por la "suspensión" de la Federación Rusa del pago de sus contribuciones presupuestarias, de lo que hace ya dos años, no debe provocar una respuesta por parte de los Estados miembros que venga a debilitar o incluso socavar la vocación original del Consejo, cual es la promoción de una unidad lo más estrecha posible entre sus miembros:

El Consejo de Europa debe seguir siendo el garante de los principios democráticos, del estado de derecho y de los derechos humanos en Europa y sus Estados miembros. La salida o exclusión de un Estado miembro debe evitarse por todos los medios, ya que ello equivaldría a la pérdida -por parte de los habitantes de esos países- de la garantía de tener protegidos sus derechos fundamentales.

• Los Estados miembros incumplirían con su deber de corresponsabilidad en la defensa de los derechos humanos en todos los Estados y no solamente en su propio interior.

• El Consejo de Ministros debería entablar un estrecho diálogo con aquellos Estados que experimenten dificultades en continuar siendo miembros, debatiendo las razones de fondo y no solo los aspectos contables o de mantenimiento de determinados Estados de la Organización.

El respeto a los principios es primordial y, llegado el caso, aquellos Estados que tomasen la responsabilidad de excluir a algún otro, deberían a la vez confirmar su compromiso con la Organización, y no lo eluda mediante simples medidas de reducción presupuestaria.

El Consejo de Europa debe conservar su gran capacidad de acoger la voz de la sociedad civil, dentro de la Conferencia o de sus comités intergubernamentales.

¡El Consejo de Europa es hoy una institución más indispensable que nunca! Todavía tiene
mucho que dar al continente europeo. ¡Que encuentre, junto con todos sus actores, en especial la sociedad civil, los caminos de una renovación efectiva necesarios para una verdadera defensa y promoción de los Derechos Humanos, la Democracia y el Estado de Derecho!

Texto redactado en base a la contribución de varias ONG internacionales, miembros de la Conferencia de ONGI y adoptado por los representantes en Estrasburgo de:


AEDE

AIC

CEP,

EN-RE,

JUSTICIA Y PAZ EUROPA

KEK

MIAMSI

OIEC

PAX CHRISTI

PAX ROMANA

UFOMC

 

 

20 de marzo de 2019

Traducción del texto original en francés por Jaime Beneyto Gasset