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Igualdad de géneros

El derecho de las mujeres para el sacerdocio en la Iglesia Católica

Side event en la Conferencia de INGOs sobre la situación de las mujeres en las religiones

La Sra. Anne Nègre, experta de igualdad de género de la Conferencia de INGOs del Consejo de Europa, organizó un side event de dos días con la participación del representante del Vaticano en el CoE, el imám de la mezquita principal de Estrasburgo, un rabino, una monja budhista teóloga, un pastor protestante, etc en la cual cada uno de los ponentes ha explicado la situación de la mujer en su religión. 


Esto vino a raíz de unas mil contestaciones a un cuestionario sobre la situación de las mujeres en las religiones en las cuales cerca de un 70% mujeres consultadas han considerado inadecuada la situación de las mujeres en su creencia religiosa


En el segundo día tomé la palabra para explicar mi apoyo para las oficiantes femeninas al mismo nivel que los masculinos para después hablar de la Comunidad de Santo Tomás de Madrid y el sacerdocio comunitario de mujeres y hombres juntos¹ y pedí a mi amigo Evaristo Villar un corto artículo sobre las razones teológicas para las cuales las mujeres tienen el derecho de participar en el sacerdocio en la Iglesia Católica.


Evaristo Villar, sacerdote católico célibe, teólogo y escritor de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII y miembro de la Comunidad de Santo Tomás de Madrid, contestó inmediatemente a mi solicitud con el siguiente breve esquema:

 

“Hugo, no es consecuencia de una posición dogmático-doctrinal, sino de una tradición jurídica que se ha impuesto sobre la praxis evangélica del seguimiento de Jesús. Es, pues,  una situación anómala e injusta. Contrasta esta postura de la Iglesia Católica con la tendencia creciente que vamos observando en la sociedad civil donde, remontando montañas de prejuicios, se va recobrando, al menos jurídicamente, la igualdad de la mujer y el varón. La recuperación no es aún absoluta ni en todos los lugares, pero, al menos en Occidente, va imparablemente hacia el reconocimiento y puesta en práctica de la igualdad jurídico-social y política de la mujer. Se necesita remontar y superar  siglos de patriarcalismo dentro la misma sociedad. Pero el proceso es ya irreversible..  

2. Entre los cristianos (y lo que debería primar en la Iglesia Católica) es el Estatuto de IGUALDAD, (o quizás mejor IGUALITARIEDAD) hombre-mujer definido por Pablo en la Carta a los Gálatas 3, 28:" Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Es la formulación teológica de lo que fue la práctica de Jesús de Nazaret, quien no hizo distinción, contra la doctrina y praxis del judaísmo, entre el hombre y la mujer. La ternura y cercanía mayor de Jesús se vuelca con los excluídos, entre los que estaban las mujeres y los niños. Y la carta a los Gálatas es, por otra parte,  la expresión teológica e histórica de lo que fueron las mujeres en los origines del cristianismo. Son muchas las mujeres que estaban al frente de las comunidades y presidían la reunión en la que  se celebraba "la Cena del Señor" o "la Fracción del pan". Su casa era la sede de la comunidad y ellas hacían de anfitrionas y evangelizadoras. Por citarte solo algunas: Dorcas (Hch 9, 36), María la Madre de Juan Marcos ((Hch 12, 12),  Lidia (Hch 16,14), Priscila (Hch 18,26), las hijas de Felipe, que tenían "el don de profecía" (Hch 21, 8-9). Pablo, por su parte, habla de "la mujer que ora o profetiza" (1 Cor 11, 5; Hch 21, 8-9), Y menciona a muchas otras que fueron sus colaboradoras directas: Febe, la "diaconisa", Priscila, "la colaboradora" ; María, Trifena, Trifosa y Pérsida, "que tanto han trabajado en la obra del Señor"; Junia la "apóstol "valiente; Evodia y Síntique, compañeras y colaboradoras" (Rm 16, 2-4, 6; Tim 4, 19; Fil 4,3). Había asimismo diaconisas  en la iglesia primitiva ( Rm 16,1-2; 1 Tim 3,11, etc.  

3. Además del estatuto de igualdad o igualitariedad, los/las seguidores de Jesús,siguiendo su mismo ejemplo (que se rodeó de un grupo de seguidores: Los Doce, los Setentaidós donde estaban también las mujeres: Maria Magdalena, entre otras,) descubrieron muy pronto que la forma de seguimiento de Jesús exigía necesariamente la Comunidad. Es la forma social de seguir a Jesús; no se ensaya el seguimiento individual y aislado (aunque la decisión por la comunidad sea siempre una decisión personal, individual). Y la comunidad se construye y articula no solo con valores o dones sino también con servicios y tareas². Y estos servicios siempre tienen una dimensión social ("para el bien común")  y son ejercidos por las personas que gozan de la estima y crédito general, sean hombres o mujeres, porque en ellos reconoce la comunidad unos dones adecuados a los diferentes servicios. La I Carta a los Corintios 12 hace una buena descripción de los múltiples dones que pueden adornar a una comunidad. Y, cada uno de los dones responde a servicios que la Comunidad necesita y que encomienda a diferentes personas. No es el  presbítero el poseedor de todos los dones y servicios, sino la comunidad. El Vaticano II en la Lumen Gentium utiliza, para decir lo mismo, el lenguaje de los  carismas. 

4. El caso específico del sacerdocio cristiano nunca sería entendido como un don o carisma para uso privado, ni exclusivamente reservado a los hombres Es una tarea que, como el resto de servicios, necesita una comunidad cristiana, que a ella le pertenece y que puede ejercer a través de  personas (como cualquier otro servicio), pero sin perder nunca la propiedad común del servicio o don. Esto quiere decir que el sacerdocio pertenece fundamentalmente de la comunidad aunque, por practicidad,  delegue en alguna persona su ejercicio, o lo realice por su medio. No sería nunca bien entendido el sacerdocio cristiano sin la comunidad. La comunidad tiene el sacerdocio primario, fundamental o básico; el presbítero, el secundario o ministerial. Las dos formas están "ordenadas la una a la otra" (como dice el Vaticano II): como representación y como delegación. 

5. Dicho esto: Mientras no se restaure el verdadero sentido evangélico del sacerdocio en la Iglesia, yo entiendo la exigencia de la mujer desde el estatuto de Igualdad con el varón. En este sentido es de justicia apoyar esta reivindicación: tener el mismo servicio es una exigencia del estatuto de igualitariedad cristiana.  Pero, tal y como actualmente funciona el sacerdocio jerárquico en el organigrama de la Iglesia católica, lo considero desenfocado, y creador de la desigualdad y estructura piramidal de la Iglesia. Nada tiene que ver esta forma de sacerdocio con el servicio que prestaba en los orígenes cristianos. Más bien se diría que  la actual  forma jerárquica es  una forma romano-pagana de mantener junta (que no unida) la sociedad de lxs creyentes cristianxs que  se articula desde el poder, de arriba abajo, desde la oligarquía a las masas, desde la monarquía al pueblo. Este tipo de sacerdocio, con celibato o sin él, es difícil de considerarlo cristiano y, por lo que estamos viendo, va camino de su extinción. La reivindicación más fuerte del estatuto de la mujer en la iglesia no es, desde este punto de vista, la de este tipo de  sacerdocio, sino la de la Igualitariedad de todos y todas cuantxs nos hemos empeñado en el seguimiento de Jesús de Nazaret, es decir, de una democracia que va más allá de la misma democracia formal que existe en la sociedad civil. 

6. Me parece un buen modelo la experiencia que has presentado de participación y de articulación, no solo en el sacerdocio sino en muchos más detalles, de la Comunidad Santo Tomás de Aquino. No es la única, pero, en estos momentos, sigue siendo un buen paradigma para la iglesia actual..” 

¹ Hace una decena de años, Evaristo instituyó el sacerdocio comunitario en nuestra comunidad después de consulta a nuestro obispo escogido, Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Felix do Araguia al Brasil, claretiano como él, antes de partir durante unos meses para dar una serie de conferencias en Cuba.
² Evaristo me explicó el caso de las viudas y sus hijas e hijos que pertenecían a las primitivas comunidades cristianas helenistas en Israel y que pasaban hambre. Los apóstoles organizaron el diaconado para cuidarles y aportarles víveres porque no tenían tiempo disponible para dejar de predicar la buena nueva.
24 de junio de 2016
Hugo Castelli Eyre, Red Europea Iglesia por la Libertad, miembro de la Comunidad de Sto. Tomás.
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